miércoles, 8 de junio de 2011

Tema 12: El Final del Cambio


La muerte es una realidad que marca el final de la vida terrena y entró en el mundo como consecuencia del pecado de nuestros primeros padres.

• Sabemos que un día moriremos, pero que la muerte para el cristiano no es el fin, sino el tránsito a un nuevo estado de vida, según nos lo ha revelado el Señor Jesús.

• Luego de nuestra muerte viene el juicio particular, en el que seremos juzgados por todas nuestras obras, lo bueno y lo malo que hemos hecho. Y según nuestras obras, según la orientación que hayamos dado a nuestras vidas iremos al cielo, al purgatorio o al infierno.

• Aquellos que murieron en estado de gracia, en amistad con Dios y purificados de sus pecados por su esfuerzo de santidad, entrarán al cielo, en la comunión divina con Dios, para siempre, y alcanzarán la felicidad plena.

• Aquellos que murieron en amistad con Dios pero no se purificaron del todo, irán al purgatorio para purificarse y estar listos para la entrada gozosa en el Reino de los Cielos.

• Aquellos que en su vida dieron conscientemente la espalda a Dios y rechazaron su amor y que además murieron en pecado mortal, sin arrepentimiento y sin confiar en la misericordia divina se condenan a sí mismos al infierno, donde vivirán alejados eternamente de Dios, comunión de Amor.

• En el fin del mundo vendrá Cristo por segunda vez, en toda su gloria e instaurará el Reino de los Cielos. En el fin del mundo también resucitarán nuestro cuerpo inmortal y se dará el Juicio Final determinando el final del curso terrestre de la humanidad y separando a los que vivirán eternamente de los que se condenarán eternamente.

• La muerte para los cristianos debe ser una ocasión de mirar el futuro y aguardar, con paciencia, esperanza y confianza, las promesas hechas por el Señor Jesús: «Yo los resucitaré en el último día». La muerte no debe generarnos miedos o angustias.

• Debemos aprovechar muy bien nuestra vida terrena para que, viviendo según el Plan de Dios, alcancemos, por la Gracia de Cristo, los méritos de poder participar en la vida eterna y gozar de la felicidad plena.

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